sábado, 20 de diciembre de 2014

Miradas pérdidas


Los dos, sentados el uno al lado del otro, separados por un pasillo. Tu no me mirabas, yo no te miraba. Hasta que uno de los dos lo hacía. Y cuando tu lo hacías, yo apartaba la mirada, y cuando yo lo hacía, tu apartabas la mirada. Ninguno de los dos se dignaba a mantenerla. No se que pasaría por tu mente, pero yo no podía. No podía hacer como si nada pasara. 
La verdad todo era muy subrealista, llevábamos meses sin ni siquiera mirarnos al cruzarnos por los pasillos, sin querer saber nada el uno del otro, hasta con algún empujón cuando nos hemos cruzado, y de repente ayer, parecía que nada de eso hubiera pasado. Parecía que volvíamos a estar en junio, la primera vez que discutimos cuando nos quedábamos mirando a metros de distancia pero ninguno se acercaba. ¿La diferencia? Ahí todavía éramos capaces de aguantarnos la mirada. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Perder el tiempo con las personas equivocadas

Ese momento en el que te das cuenta que estas perdiendo el tiempo al juntarte con ciertas personas. Se puede decir que hoy me ha pasado algo parecido. Dos antiguas amigas me han llamado para salir y yo he aceptado salir con ellas, ¿pero que me he encontrado cuando he llegado? 2 chicas que sólo hablaban entre ellas sobre cosas de las que yo no sabía nada. No contaba lo que yo decía y tenía que ir a donde ellas decían. Ahora estoy con ellas, sentada en un sillón sin hacer nada. Mientras ellas hablan juntas, yo escribo esto porque están pasando completamente de mi. Y ahora me paro a pensar en lo a gusto que estaría yo ahora en mi casa, esperando a que llegara mi madre, bajo una manta en el sofá, viendo alguna película o serie de esas que tengo atrasadas y bebiendo un gran chocolate caliente, pero en cambio no, estoy aquí sentada sin hacer completamente nada, perdiendo el tiempo con gente a la que no le importo.


martes, 2 de diciembre de 2014

El mismo banco del mismo parque

Y ahí estaba. Sola. Sentada en el mismo banco del mismo parque en el que quedaron la primera vez. El mismo banco en el que se dieron su primer beso. El mismo banco en el que también se dieron el último. Aquel banco que había visto tantos besos, tantos abrazos. El mismo banco en el que habían peleado y en el que posteriormente se habían reconciliado. El banco en el que él tocaba los acordes de alguna canción y ella la cantaba siguiendo el ritmo. Solo había una diferencia, que no estaba él. O eso creía ella. Cuando las primeras lágrimas empezaban a caer por sus mejillas, oyó el sonido de una guitarra detrás de ella. Y no sonaba cualquier canción. Su canción. Sin darse la vuelta, empezó a cantarla y posteriormente la voz de él se unió a la suya. Por fin se dio la vuelta y le vio allí, exactamente como le recordaba. Cantaron la canción con más fuerza que nunca, sin dejar de mirarse a los ojos, hasta que esta acabó y aquel viejo banco volvió a vivir un beso de esos dos locos enamorados.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Tu mirada me hace grande

Como un salto en el vacío,
de quien no teme no a la muerte. 
Otra noche en el hastío, 
de no poder entenderte. 

Y no sabes lo que has sido, 
porque nunca es sufuciente. 
Demasiado desafío, 
yo no puedo ser tan fuerte. 

Si quisieras confiar en mi, 
nunca es tarde, tarde, tarde. 

Necesito verte aquí, 
tu mirada me hace grande, 
y que estemos los dos solos, 
dando tumbos por Madrid; 
y sin nada que decir, 
porque nada es importante, 
cuando hacemos los recuerdos, 
por las calles de Madrid. 

Demasiado inmerecido, 
un silencio como este. 
Objetivo conseguido, 
no pudo faltar más suerte. 

Todo el mundo anclado ha sido, 
todo un mar para perderte. 
Todo el tiempo que se ha ido, 
todo el tiempo estando ausente.

Si quisieras confiar en mí,
nunca es tarde, tarde, tarde. 
Necesito verte aquí,
tu mirada me hace grande,
y que estemos los dos solos,
dando tumbos por Madrid;
y sin nada que decir,
porque nada es importante,
cuando hacemos los recuerdos,
por las calles de Madrid.

Necesito verte aquí.

domingo, 16 de noviembre de 2014

El chico del bar

Entró en el local donde su amiga la había citado y se sentó en una de las mesitas más alejadas. El lugar era amplio, con alrededor de una docena de mesas y unos cuantos sillones. La verdad es que estaba bien iluminado, con unos pequeños focos que colgaban del techo y alumbraban en todas las direcciones. Las mesas eran amplias y los sillones bastante más cómodos de lo que parecían a simple vista. De repente, mientras terminaba de observar el local, sus ojos se desviaron hacía el chico que estaba apoyado en la barra.Vestía una camisa de cuadros azules, con unos vaqueros ajustados y una chaqueta de cuero marrón. Se podía ver que debajo de las botas marrones, a juego con la chaqueta, se escondían unos pies grandes, alrededor de una talla 44. No pudo observar sus manos, ya que las guardaba en los bolsillos de la chaqueta y no parecía tener intención de sacarlas de allí. Subió la vista hasta su rostro. Era bastante guapo. Tenía una nariz pequeña al igual que su boca. Tenía los ojos de un color miel, como aquella que usaba su madre cuando le dolía la garganta. Su pelo marrón, alborotado por el viento, le caía hacía el lado izquierdo de la cabeza. Volvió a mirar esos ojos que tanto le habían llamado la atención. Hasta que sus miradas se cruzaron.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Recuerdos

Y por primera vez en mucho tiempo, se acerca a aquel cajón que ha estado evitando durante años. Ese cajón que lo único que contiene es una caja de cartón. Lo abre, y encuentra la única cosa que podía estar buscando allí, su temida caja de cartón. Una simple caja de cartón, llena de polvo por el paso del tiempo, una caja de cartón que lleva cerrada varios años. Con manos temblorosas coge la caja y la abre. Dentro no hay mucho. Unas cuantas cartas, que aún conservan su olor a perfume de mujer. Solo las mira, no se atreve a leerlas, no necesita leerlas, recuerda perfectamente cada palabra escrita en ellas, cada punto, cada coma, cada acento. Debajo de ellas, se encuentra una rosa roja, marchita, como aquel amor de hace tanto tiempo. Aún más al fondo, se encuentra una foto en blanco y negro. Una mujer bellísima posa en ella, con un vestido a rayas y el pelo alborotado como se llevaba en aquella época. Tiene la sonrisa más bonita que ha visto en su vida. Cuando la toma para verla más de cerca, se percata de que el fondo hay algo más que nunca había visto. Aparta la foto y agarra aquel sobre amarillento que se encuentra en el fondo. Dentro de él una cinta de casete y un folio arrugado con la letra de una canción. Su canción. Una lágrima inunda su ojo para después caer por su mejilla. Definitivamente esto no ha sido buena idea. Rápidamente vuelve a guardar todo en la caja y la cierra. Vuelve a encerrar en una caja todos esos recuerdos. Recuerdos que nunca volverán.