viernes, 31 de mayo de 2019

No volveremos

No volveremos.

No volveremos a compartir el viaje en dirección a Chamartín ni una sola vez más en toda nuestra vida. Creo que ni siquiera volveremos a cruzarnos por casualidad en algún andén.

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No volveremos a pasarnos toda una supuesta tarde de estudio jugueteando con nuestras piernas por debajo de la mesa de la biblioteca. Ni siquiera volveremos a preparar un examen compartiendo un mismo edificio.

No volveremos a alargar el camino de vuelta a casa intentando que el momento de separarnos hasta el día siguiente no llegue nunca. Ni suquiera volveremos a pasear al mismo tiempo por la misma ciudad.

No volveremos a combatir el insomnio hablando por teléfono de madrugada. Ni siquiera la pantalla de mi móvil se iluminará con tu nombre por el resto de los días que nos queden.

No volverás a venir a buscarme. No volverás a buscar mi rostro entre ninguna multitud. No volverás a llamarme, ni a escribirme. No volverás a mirarme. Probablemente no volverás a pensarme, probablemente ya lleves tiempo sin hacerlo. No volverás.

Y yo, yo no volveré. No volveré a sonreirle a la pantalla de mi móvil cuando se ilimune, porque no será tu nombre el que aparezca en ella. No volveré a distraerme mientras estudio, porque no estarás allí. No volveré a correr por si pierdo un tren, porque que más da llegar veinte minutos tarde, si no te voy a encontar en ningún vagón.

No volveremos. No volverás. No volveré. No volvamos. No vuelvas. No puedo volver. No.

domingo, 19 de mayo de 2019

Yo me siento mejor echándote la culpa a ti.

Imagen relacionadaMe has hecho volver a hacerlo.

Después de tantos meses, he vuelto a sentarme delante del ordenador de madrugada, con una tenue luz al fondo de mi dormitorio; con el volumen de la música al mínimo, como si aún llevando los auriculares puestos tuviera miedo de despertar a alguien. 

La música que entra por mis oídos ha cambiado. Cualquier otra madrugada sería algún cantautor con problemas de desamor quien me acompañaría en mi insomnio. Hoy es un grupo de rock quien se desvela conmigo.

También ha cambiado la bebida. He dejado el café, al menos el nocturno. Por el día me siguien acompañando mis dos o tres tazas diarias, pero ahora de madrugada solo me permito beber agua. 

Lo que no cambia nunca es el motivo de mi insomnio. O puede que sí. Puede que este insomnio sea crónico, pero yo me siento mejor echándote la culpa a ti. Puede que este insomnio lo provoquen las varias tazas de café que tomo durante el día, pero yo me siento mejor echándote la culpa a ti. Puede que este insominio lo provque el ruido del tráfico que se cuela por la ventana, pero yo me siento mejor echándote la culpa a ti. Puede que este insomnio lo provoque la ansiedad que yo sola me genero, pero yo me siento mejor echándote la culpa a ti.

Parece que dueles más de madrugada. De día el ruido y el bullicio consiguen que tu recuerdo se quede callado en una esquinita de mi cerebro, y que solo haga aparición al quedarme sola en el vagón del metro o esperando un tren en Recoletos; pero el silencio de la noche hace que tu imagen rebote contra las paredes de mi cabeza.

Así que aquí estoy, una madrugada más, después de tanto tiempo. Con la persiana cerrada, porque si la abro siento que la luna de la que hablaba Lorca me mira fijamente, burlándose de mi. Con el corazón abierto y los ojos encharcados. Con las manos temblorosas. Con la respiración agitada. Intentando descargar todas mis emociones contra las teclas para evitar mandarte un mensaje más del que me arrepienta en cuanto empiece a salir el sol.

Solo he parado un momento, para hacerme un café y cambiar la música; porque todo lo demás sigue igual. Tú sigues igual. Mis recuerdos siguien igual, doliendo de día, y un poco más de madrugada. Te sigo recordando, sigo perdiéndome en tus rizos, en tu hoyuelo, en todos y cada uno de tus gestos. Sigo perdiéndome en ellos aun llevando meses sin verlos, sin verte. Y yo, yo supongo que también sigo igual; llorándote a escondidas, escuchándote en mis canciones y leyendote en mis poemas; pensándote de día y escribiéndote de madrugada. Y sí, todavía pienso en ti como el culpable, porque yo me siento mejor echándote la culpa a ti.